A casi un mes de las elecciones de Catalunya y después de haber cosechado un resultado realmente negativo, todo sigue igual. Mejor dicho, todo sigue peor. Cuando lo hechos, la experiencia y el sentido común nos obligan a la autocritica constructiva, a la reconsideración de los planteamientos iniciales y a la búsqueda de amplios consensos la realidad es justo al revés.
En vez de autocrítica, lo que se hace es una crítica feroz y destructiva del que no coincide con nosotros. Y si, al menos, esta crítica tuviera fundamentos políticos algo aprenderíamos, pero solo se basa en argumentos insignificantes o en meras cuestiones personales.
A pesar de los resultados obtenidos todo el mundo se empeña en mantener sus planteamientos, nadie está dispuesto a reconocer ni tan siquiera un mínimo error. Y en este punto, las circunstancias en las que se desarrolló la campaña electoral dificultan y complican sobremanera el posible entendimiento. Desde el Consejo Territorial de Catalunya se argumenta que al no ser ellos los que han dirigido la campaña electoral, tampoco se consideran responsables de los resultados. Se consideran unos meros ejecutores de una campaña dirigida, en todos sus aspectos, desde el Consejo de Dirección en Madrid. Por contra, desde el Consejo de Dirección se considera que el actual CT ha sido incapaz de desarrollar la campaña electoral diseñada por ellos y en consecuencia es responsable del descalabro electoral sufrido. Lo dicho, imposible el entendimiento.
Cuando el sentido común indica que después de unos resultados como los obtenidos hay que replantearse todo y en vez de eso se hace gala de un inmovilismo total, al futuro del partido, aquí en Catalunya, se le puede calificar de todo menos de esperanzador.
Pero si, aun sin la autocrítica necesaria ni el replanteamiento de los posicionamientos originales, al menos se buscara el máximo consenso desde el convencimiento de las ideas y desde la voluntad de hacer grande al partido y no a las personas, el futuro sería posible. Y me refiero al futuro de un partido que sea algo más que unas siglas al servicio de intereses personales, un partido que por encima de cualquier otro aspecto esté por el servicio a los ciudadanos y por defender sus intereses.
Lamentablemente esto de buscar consensos, de generar afinidades más allá de los intereses particulares, de ceder en aspectos meramente personales, de no considerar enemigo al que discrepa y de buscar el bien para el partido son meras utopías en UPyD Catalunya.
Desde luego que para superar esta situación no ayuda el que se esté ocultando lo que parece ser una dimisión en bloque de cuatro de los nueve componentes del CT. La única información que hay al respecto es oficiosa y basada en las declaraciones de los dimisionarios. Ahora que está tan de moda el derecho a la información y se aplaude lo que ha realizado Wikileaks, sobre todo cuando se refiere a aspectos negativos del contrario político, aquí optamos por el secretismo y se desprecia el derecho a la información que consagran nuestros Estatutos. Nadie dice nada ni da explicaciones de lo que ocurre, pero si se intenta usar esa desinformación con fines políticos, unos queriendo dar la impresión de que todo sigue igual y que no ha pasado nada y los otros queriendo dar una imagen de desastre total y queriendo forzar soluciones al margen de la ética política.
Parece mentira que jugándonos lo que nos jugamos, una nueva forma de hacer política, un sistema electoral más representativo y un ejercicio de los derechos de los ciudadanos más justo, no seamos capaces de actuar en común y volvamos a repetir los problemas de entendimiento político tan propios de este país.
Claro que cuando el actual equipo de dirección está liderado por quien se cree la última esperanza del movimiento no nacionalista, se considera un dechado de virtudes políticas, considera que los únicos resultados electorales a considerar son los que le favorecen y que no es capaz de responsabilizarse de sus propias propuestas y compromisos, las posibilidades de acuerdo son mínimas. Si además en frente se tiene a quién a estas alturas no ha asimilado su derrota en las elecciones de marzo, se presume de ser expertos políticos por que se juega a las intrigas, no se acepta el reto democrático de exponer sus planteamientos al veredicto de las urnas, se espera el nombramiento a dedo y se trata al adversario político como si fuera el enemigo más despreciable, entonces no es que las posibilidades de acuerdo sean mínimas, simplemente desaparecen.
Es de esperar que después de estos días y una vez evaporados los efluvios festivos, con la llegada del año nuevo se den los pertinentes cambios de actitud en todos que permitan dibujar un futuro más prometedor y si, así se decide, se puedan encarar con dignidad las próximas elecciones locales. Si esto es así, será realmente ilusionante el participar y esforzarse por hacer crecer a UPyD, el extender el ideario del partido y soñar con que en un futuro próximo UPyD sea capaz de articular la vida política de este país.
Angel Milla