lunes, 14 de abril de 2014

LA LISTA

Hace unos días me entretuve un rato en leer la lista electoral que presenta UPyD a las próximas elecciones al Parlamento Europeo, y ojalá no lo hubiera hecho. Me hubiera ahorrado otra desilusión más. Cada vez entiendo más a los que ni ven ni oyen más allá del discurso oficial, ese discurso que nos presenta como paladines de la regeneración política, esforzados defensores de la democracia, portadores de la verdad política e incansables luchadores por el imperio de la Ley. Es más cómodo.

La lista electoral, documento que debería reflejar y personificar todos nuestros valores e ideas, y en vez de eso, arrasa con todo.

Nuestra idea de la regeneración política queda más que cuestionada cuando las elecciones primarias se emplean solo para elegir el primero de la lista y a los cincuenta y tres restantes se les nombra a dedo, (bueno, hay dos personas que a pesar de haberse presentado a primarias están en la lista electoral e ignoro la razón de tal circunstancia, aunque no creo que sea por haberse presentado a primarias). No me parece nada democrático que la persona que quedó en segundo lugar en el proceso de primarias no tenga, no ya el derecho al ir en segundo lugar de la lista, sino simplemente derecho a ir en la lista. En un partido político, ¿Qué mérito hay mayor que el de presentarse a unas elecciones y ser elegido por los afiliados?

Resulta sonrojante que de las cincuenta y tres personas que acompañan a Francisco  Sosa Wagner en la lista electoral, solo dos  le hayan acompañado en el proceso de primarias. ¿Acaso ir en la lista electoral no era de su agrado y por eso no se presentaron a las primarias? ¿O es que no consideraron oportuno el someterse a la decisión de los afiliados? Y ahora, una vez en la lista electoral, ¿Todos se consideran con más méritos que el compañero que quedó en segundo lugar en el proceso de primarias? Y creo que todos entendemos y aceptamos que los primeros puestos de la lista puedan tener un tratamiento especial, pero de ahí a no considerar a ninguno de los treinta y siete compañeros que sí dieron un paso adelante y se sometieron al veredicto del resto de compañeros, va un abismo y la falta de un verdadero espíritu democrático.

Además, nosotros que nos pasamos el tiempo exigiendo el cumplimiento de  las leyes y las normas, parece que nos hemos saltado en toda regla el artículo 56 de los Estatutos. En este punto me gustaría saber cuál ha sido la opinión de Francisco Sosa Wagner sobre el resto de candidatos, opinión preceptiva según el citado artículo 56, punto b.

Con este precedente, ¿como pretende la dirección actual del partido incentivar la participación política de los afiliados, si el que se decide a participar después es ignorado y apartado? ¿O quizás es eso, que lo que se pretende es que nadie se mueva sin contar con la aprobación previa?

Es poco ético y estético, que en el partido que promueve la regeneración política y la participación de todos en igualdad de condiciones, el espíritu que refleja la  cita de Alfonso Guerra, “El que se mueva no sale en la foto”, sea el que  presida la actuación de la actual dirección de nuestro partido. No sé, compañeros, tanto los que sin querer ver ni oír justificáis con entusiasmo todas actuaciones de la actual dirección, como todos los que por mil razones no hacéis oír vuestra voz, pensad por un momento donde ha acabado el partido socialista por aplicar ese espíritu y no haber sido capaz de escuchar las muchas voces críticas que auguraban el desastre.

Y que nadie se equivoque, no estoy cuestionando la valía personal y profesional de los candidatos, simplemente que esto es política y en política no solo hay que serlo, sino parecerlo. Si los nueve candidatos que acompañan a Sosa Wagner en los primeros puestos son los más adecuados para los intereses de UPyD, pues se explica a todos los afiliados, se presentan a primarias y se les elige antes que nombrarlos a dedo, (salvo que nuestro estilo sea más parecido a los viejos partidos, PP y PSOE). Ser nombrado a dedo en un partido que presume de regeneración política no creo que sea lo más prestigioso, aunque, igual sí, es lo más beneficioso.

Todo este asunto es más incomprensible si tenemos en cuenta las expectativas electorales y el que la mitad de los elegidos para completar la lista ya son cargos del partido o ocupan responsabilidades laborales dentro del partido.

También quería comentar un par de detalles, uno me resulta curioso y otro me cuesta admitirlo en esta lista. Son detalles que están relacionados con las vicisitudes políticas de aquí, de Catalunya.

Si la presencia en la organización del partido de personas provenientes de C,s es habitual, incluido el Consejo de Dirección, el que en esta lista vayan tres personas con un pasado muy significativo en C,s, realmente me sorprende y espero que sea positivamente.

Una de estas personas es quién ocupa el puesto número cinco, Enrique Calvet Chambón, que salvo que haya una coincidencia extraordinaria, es quién ocupó el cargo de Presidente del Consejo General de Ciudadanos hasta poco antes de las anteriores elecciones europeas. Es curioso que, a pesar de desarrollar una actividad política,  no haga mención en su perfil de esa experiencia.

Otra de las personas relacionadas muy directamente con C,s es Teresa Giménez Barbat, en el número seis, que en su perfil se declara miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación que derivó en C,s, y que llega a decir, en una entrevista de hace un par de años, que también de ese movimiento surgió UPyD y que nuestra líder, Rosa Díez, quiso entrar en C,s. (La Voz de Barcelona, hoy Crónica Global, 3/05/2012).

La tercera persona, que yo recuerde, (igual hay alguna más), relacionado con C,s es Carlos Silva Campañón, en el puesto veintiocho, que también parece que tiene algún tipo de pudor a decir que fue el asesor parlamentario de C,s durante la VIII legislatura del Parlamento de Catalunya y emplea el término grupo mixto.

Todo el mundo conoce mi opinión y espero que esto sea el principio del acercamiento entre UPyD y C,s, aunque me preocupa eso que afirma Giménez Barbat de que Rosa Díez quiso entrar en C,s y no pudo ser.

 El segundo detalle del que he hablado y que me cuesta admitir es referente a la persona que ocupa el puesto número cincuenta, José Conde Pérez, concejal del PSC durante veinticuatro años en el ayuntamiento de L’Hospitalet. Y lo que me cuesta admitir es que una persona con sus características políticas, veinticuatro años de concejal y que exige primarias cuando el nuevo equipo de gobierno del  ayuntamiento de L’Hospitalet no cuenta con él,  venga ahora  a UPyD, y lo primero que hace es saltarse a la torera las elecciones primarias y aceptar un nombramiento a dedo. No es ético ni admisible, especialmente cuando a los que sí se han presentado a primarias no los han incluido en la lista. Desde luego, la responsabilidad hay que buscarla en quién ha permitido esta tropelía. Esto sin tener en cuenta sus declaraciones remarcando que “no está en contra del derecho a decidir”, (e-Noticias, 5/07/2013).Alguien debería dar explicaciones.

Ignoro si con el resto de personas de la lista hay alguna incidencia similar a las que comento; como he dicho, mis comentarios se limitan a mi experiencia aquí en Catalunya.

Como dije al principio, la lista electoral debería reflejar nuestros valores y nuestra oferta a la sociedad y, la verdad, esta lista deja mucho de desear. Con el agravante de que ni la situación política ni nuestras expectativas de voto hacían necesario forzar la lista hasta estos extremos.


Angel Milla

viernes, 11 de abril de 2014

NO APRENDEMOS

Se acerca el fin del plazo para inscribir los candidatos para las próximas elecciones europeas y  no hay señales de que los partidos que defienden la regeneración política y la idea de la España democrática estén trabajando por presentar una lista conjunta que les augure la posibilidad del éxito. Más bien parece, a tenor de las informaciones que circulan estos días, que el asunto va en sentido contrario.

En unos momentos en los que a una dura crisis socio-económica se junta, otra vez, el desafío al Estado por parte de la clase dirigente de Catalunya, es incomprensible que, otra vez, las fuerzas políticas que defienden la idea de España sean incapaces de ponerse de acuerdo para resolver definitivamente el grave problema que arrastramos desde hace más de trescientos años.

Ahora que aquí en Catalunya se pretende revivir unos hechos ocurridos hace trescientos años que, lejos de ser dignos de recuerdo, deberían ser motivo de vergüenza y que deberían ser recordados como uno de los mayores fracasos colectivos de los españoles, sería beneficioso el volver a estudiarlos y ver las nefastas consecuencias que acarrea el que personas, dirigentes o grupos políticos que dicen defender España, no sean capaces de colaborar juntos para defender, precisamente España y arriesguen el futuro de España por vanidades y egoísmos partidistas y personales.

En aquel momento, cuando la Ilustración empieza a triunfar en Europa, y aquí en España asistimos, por simples cuestiones biológicas, al final de un sistema monárquico, las clases dirigentes de España no solo no fueron capaces de ir hacia un sistema más democrático y equitativo, si no que arrastraron a España a una Guerra de Sucesión insensata y cruel, que aunque la historia dice que la ganó Felipe V,  por encima de todo la perdió España en su totalidad, que puso la vida de sus ciudadanos, catalanes incluidos, además de perder todas sus posesiones europeas fuera de España, Gibraltar y el monopolio del mercado americano.

Ya en el año 1931, por primera vez en España, y en un momento en el que el mundo está inmerso en una grave crisis económica y social, (como ahora),  se pasa de un sistema político a otro de una forma pacífica. Y esto es debido a que en el año 1930,  casi todos los partidos republicanos dejan a un lado sus ambiciones particulares y deciden colaborar para  superar definitivamente una Monarquía inoperante, acabar con la alternancia entre liberales y conservadores, poner fin al sistema caciquil  y regenerar la vida política de España, dando lugar al Pacto de San Sebastián.

Este ambiente político de colaboración entre las fuerzas republicanas, al que se unieron las fuerzas socialistas,  provocó el fin de la Monarquía y dio como fruto la Constitución del año 1931 y el gobierno de España hasta el año 1933 por la izquierda política.

Durante estos dos años la derecha monárquica y católica, que había sido ampliamente derrotada en las elecciones del año 1931,  se dedica a reorganizarse y, con el liderazgo del partido Acción Popular, teje una amplia coalición, a imagen y semejanza de la lograda por los partidos republicanos dos años antes, que daría origen a la  CEDAEl resultado fue que en las elecciones de noviembre de 1933, en las que por primera vez votaron las mujeres, la CEDA se alzó con el triunfo, volviendo a ratificar que para cambiar realmente la política del país es imprescindible el generar amplios movimientos de colaboración.

Antes de la sublevación del General Franco se volvieron a celebrar elecciones en febrero del año 1936 y en esta ocasión, aprendiendo de las dos elecciones anteriores, las fuerzas de izquierda crearon otra vez, en un primer momento por encima de los intereses particulares de los diferentes líderes políticos, un amplio frente común, el Frente Popular, que ganó las elecciones.

El espíritu de colaboración que presidió en un primer momento la creación del Frente Popular, enseguida desapareció y la acción de gobierno se troceo en compartimentos en los que cada líder político actuaba más en función de sus intereses partidistas y personales que no en función del interés general. Se volvía a la vanidad y egoísmo de los dirigentes políticos de este país. Es probable que si el gobierno hubiera sido sólido y estable, si todos los partidos políticos hubieran defendido la idea de España y no la suya particular, hubiera sido muy difícil que la sublevación militar se consolidara. De hecho, en un primer momento la sublevación fracasó, pero la ineptitud, el exceso de confianza y la búsqueda de réditos partidistas hicieron que la acción de gobierno no fuera lo contundente que tenía que haber sido.

Las consecuencias de estos hechos están en la mente de todos, una cruenta guerra civil y una dura y larga dictadura. Dictadura que solo se acabó, por cuestiones biológicas, con la muerte del General Franco, porque los españoles no pudimos, o no supimos o no estábamos preparados para asumir nuestro destino.

Acabada la dictadura, y contra todo pronóstico y para asombro del mundo, se gestó en España un amplio consenso político por el cual todos los líderes políticos cedieron en sus pretensiones partidistas y personales  por la idea de España.

Este amplio consenso político se personificó en Adolfo Suarez que aglutinó en UCD a la mayoría de partidos de centro derecha, creando un partido político que fue capaz de gobernar España en aquellos difíciles momentos. Por encima de los panegíricos  dedicados a Adolfo Suarez que hemos escuchado estos últimos días, la idea que queda de la Transición es la de un momento político en que  los líderes de un numeroso grupo de partidos políticos, situados en un ámbito político similar, fueron capaces no solo de abandonar sus ambiciones personales, si no de comprender que la única forma de superar la situación político-social creada por la dictadura de Franco era la de colaborar todos juntos.

Lamentablemente, pronto olvidaron estas buenas ideas y las luchas de poder y las ambiciones personales de los líderes de los diferentes partidos que integraban  UCD estuvieron a punto de propiciar que, en Febrero de 1981, nos hundiéramos otra vez en el pozo de la historia. En esta ocasión los tiempos eran otros y Europa no estaba dispuesta a tolerar un paso atrás y se impuso la sensatez.

Pero también en esta ocasión fue fundamental la unión y la colaboración entre partidos. Si la transición de la dictadura a la democracia fue dirigida por una amplia coalición de centro derecha, el asentamiento de la democracia fue dirigido por una amplia conjunción de fuerzas de centro izquierda alrededor del socialismo.

Después de treinta años de democracia y cuando en la opinión pública se había instalado la idea de que los viejos demonios no iban a volver a aparecer, ha bastado una amplia crisis económica junto a una grave crisis  política, caracterizada por la corrupción y por la falta de un liderazgo serio y responsable, para que de repente vuelvan a surgir los líderes visionarios, que hacen del rencor y del populismo más primario sus armas políticas y que no dudan en enfrentar entre sí a  los ciudadanos con tal de conseguir sus delirios personales.

Y es en este punto donde se  corre  el riesgo de volver a fracasar si no se es capaz  de configurar una gran coalición que regenere la acción política y que sea capaz de mantener y defender la idea de España y de su estado democrático definido por la Constitución de 1977.

Es muy difícil que, como ocurrió con el partido Liberal y con el partido Conservador hace ochenta años, que el PP o el PSOE, inmersos en una crisis de corrupción y liderazgo,  sean capaces de regenerar la vida política de España.

Esta tarea debería ser asumida por partidos como UPyD o C,s, pero no solo de palabra sino de obra. El actual planteamiento de estos partidos, uno empeñado en no colaborar con nadie y el otro empeñado en ampliar su influencia, no augura nada bueno y solo nos lleva al fracaso común.

En la actualidad sería imprescindible que UPyD, por su mayor presencia pública a nivel nacional, liderara un movimiento político que representara para la España actual lo que representaron en su momento la CEDA, el Frente Popular, la UCD o el movimiento socialista que llevó al PSOE al poder. Lamentablemente, parece que la actual dirección de UPyD está más preocupada por mantener un férreo control sobre el partido, manteniendo una estructura mínima, y por apoyar su acción política en una crítica implacable al Gobierno y a otros partidos políticos, muchas veces rayana en el populismo y en la demagogia. Es probable que en estos tiempos esta forma de actuar lleve  a UPyD a conseguir cierta cuota de poder, pero simplemente eso, cuota de poder, no capacidad ni poder para regenerar la vida política de España. UPyD pasará a ser un partido similar a PNV y CIU, partidos imbuidos de delirios mesiánicos y en los que la opinión del jefe nunca se discute, se acata, y que se dedican a negociar su apoyo parlamentario en función de sus intereses particulares.

Pero no es solo UPyD quién debería cambiar su forma de actuar, también la dirección de C,s debería hacer todos los esfuerzos posibles por allanar el camino hacia la colaboración y ser consciente que C,s en solitario tampoco va a poder  defender con éxito la idea de España ni conseguir la regeneración de la vida política, ni aquí en Catalunya ni en España. La actitud de la actual dirección de C,s lanzándose a una carrera por ampliar su presencia política es un camino que, aunque desde el punto de vista partidista pueda parecerles positivo, desde el punto de vista de los ciudadanos es totalmente erróneo, solo lleva a la confrontación y a la desunión y, consecuentemente, a la pérdida de fuerza política.

Y mientras no se consigua esa coalición que aglutine las fuerzas políticas que defienden una misma idea de España y su modelo democrático, continuarán surgiendo pequeños partidos y organizaciones políticas que provocarán la división de  la supuesta capacidad de regeneración política de la sociedad española, facilitando que los actuales PP y PSOE sigan gobernando España. 

Pero, en definitiva, los responsables últimos de este sin sentido somos los ciudadanos, especialmente los afiliados o simpatizantes de UPyD en lo que respecta a UPyD, que no somos capaces de, junto a cualificadas voces, obligar a la actual dirección de UPyD a buscar la unión con otras fuerzas políticas. Esa unión, que en un alarde de cinismo político, dice la dirección de UPyD que hace la fuerza, tal como leemos en el lema de la campaña para las próximas elecciones al parlamento europeo. En esto de los lemas, la verdad, apenas hay  diferencia entre los dos partidos.

Y estas elecciones al Parlamento Europeo son una buena ocasión para presentar una amplia coalición, formada por los partidos que tienen ideas afines, que defienda a España y a su democracia tal como la entendemos una mayoría de españoles. Sería bueno que se impusiera la sensatez y el interés de España, si no, todos lo lamentaremos.

Angel Milla